domingo, 19 de junio de 2016

"La calma tras una postura"


Inicio mi sesión de terapia ocupacional con una meta clara para mi terapeuta, posicionarme de la misma manera que cuando un bebé intenta gatear, es decir, en postura cuadrupeda sobre una camilla. En ese momento mi mente se llena de dudas y preguntas de si realmente seré capaz de experimentar eso. Es una postura que en mi mente está clara su visualización, pero...  la sensación de mi cuerpo es tan difusa para mi,  pues desde hace quince años y cinco meses mi cuerpo no se posiciona así, y mis músculos no recuerdan esa sensación y por ello, la duda surge de inmediato en mi. Pero sin mediar más palabra y sin llegar a evaluarme más si si o si no, et voilá!!! de repente, la sensación ausente se convirtió en presente. Por unos instantes aquello que sólo se presenciaba en mí mente, ahora era algo real.  Por sorprendente que me pareciera, lo estaba viviendo, no era un sueño. Mis rodillas flexionadas, mi glúteos apontocados en la planta de mis pies, mi tronco junto a mi pelvis y mí contracción abdominal, de brazos, de piernas... hacen que lentamente y con ayuda, me vea posicionada en esa postura que de la nada emergió. Y así en ella, poco a poco, se va desplazando hacia adelante y hacia atrás mi cuerpo, dando el movimiento que desde hace años no había vuelto a experimentar.

Así, poco a poco, la situación me invade llenando el momento de esfuerzo y plenitud y haciéndome ver que todo ser humanos que tenga presente todo lo que su mente pueda concebir, todo su cuerpo lo podrá conquistar.

Hoy día 19 de mayo, de nuevo, he vuelto a realizar esa misma posición. Durante ella mi mente fue divagando por cada una de las sensaciones que iban marcando la situación, evaluando cada postura y cada movimiento desde el principio hasta el final.

Durante ese momento, he podido percibir, como el inicio de la atención hacia la acción que quería realizar (por ejemplo el de balancear mi cuerpo hacia delante) hasta que mi cuerpo reaccionara e intentara avanzar hacia la dirección que en ese momento quería posicionar. Notaba como cada músculo poco a poco y mediante el aguante de la resistencia del esfuerzo, iba involucrando cada vez más partes de mi cuerpo para ir hacia donde quería ir, llevándome a experimentar sensaciones dulces y amargas, selladas por el querer y el poder, por el hacer y el no poder y por la ilusión y el esfuerzo de la superación. Sensaciones, que se mecían con el cantar de mi inhalación y exhasalación dando paso a momentos en los cuales yo era quien tomaba las riendas de la situación.     

Durante esta postura, en los momentos donde mi espalda y cabeza debían situarse en la posición que era más adecuada, es decir, cuando se tenía que mantener recta la espalda y hacia arriba la cabeza, para con ello optar a posicionar la curva correcta de nuestra espalda. De esta forma podía sentir cómo cada uno de mis músculos iban posicionándose progresivamente tomando su relevancia en los momentos adecuados, dando así paso a un dolor placentero por toda mi columna, desde el 
cóccix hasta la última vértebra cervical, tomando un gran protagonismo la estabilidad de dicha postura y notando por un momento que mis brazos son más livianos con la contención de mi peso.

Después de esta experiencia, al volver a la posición inicial (sentada en la camilla), mi cuerpo se veía sumergido en un estado de calma. Podía sentir que mi tronco no pesaba, que mis brazos tampoco y que por ello, todos mis movimientos en ese momento eran más fluidos. Notaba como si mi tronco estuviese más erguido y más fuerte. Mi ser en ese instante levitaba suavemente en un estado donde la fragancia de un esfuerzo daba como resultado a mi cuerpo la misma armonía y sencillez que obtiene una pluma al caer.

Pero además de ver y percibir las sensaciones de bienestar y esfuerzo, con esta reflexión, he podido ver dónde están las carencias de mi cuerpo para mejorar. Ahora, aún soy más consciente de la debilidad de mi lado derecho y la fortaleza de mi lado izquierdo, haciéndome más consciente de qué lado debo estar más pendiente en ejercitar la próxima vez. Me hace plantearme la manera de posicionarme para que equilibre la posición de mis brazos y realice un trabajo equitativo con ambos. Así como que realmente el movimiento se lleva a cabo mediante la permanencia de un esfuerzo continuo de resistencia en los músculos, y no sólo de una descarga de impulso y de la ejecución de una acción.


Y he aquí,  una  reflexión, de una de mis sesiones, donde la creatividad de la actividad y la valentía de llevarla a cabo hace que emanen en mí tanta diversidad de emociones y sensaciones, haciéndome que valore aún más la aventura que estoy viviendo. Por lo que en este mundo, hay que tener en cuenta, que, que es bonito disfrutar de las cosas pequeñas que la vida nos va deparando, porque llega un día y te das cuenta que esas cosas que creías más pequeñas, en realidad son las más grandes de tu vida.  Porque como dicen los sabios... para ser grande antes tienes que ser pequeño e ir creciendo ante las adversidades.


sábado, 4 de junio de 2016

" En la vida, no se cuentan los pasos que has dado, sino, las huellas que se han dejado en el camino"


 Desde mi lesión, mis ojos siempre se han fijado en todas aquellas personas que veía ante mí. Me fijaba en sus movimientos, en la contracción de sus músculos al levantarse de una silla, al coger un vaso, al peinarse, al recoger un objeto del suelo...

Comparaba y aún comparo, el aprendizaje de un niño, en sus primeros meses de vida,  con el de una persona como yo que padece limitaciones físicas en la habilidades cotidianas, y que se ve sometida a la reeducación de sus movimientos para llegar a conseguir habilidades tales como mantenerse sentada, manipular libremente sus brazos mientras sujeta un objeto, poder movilizar las piernas en el pedaleo de una bicicleta... Como si del  juego de las 7 diferencias se tratase, cuando me detengo en esa observación, percibo dónde está el límite de la superación entre ese niño inocente y yo. Aunque a simple vista se vea como algo ilógico esta comparación, creo que es bastante coherente, pues ambos de una manera u otra estamos comenzando a vivir en un contexto donde hay que luchar para vivir de la mejor manera posible la hazañas de nuestra historia.  

Entre estas diferencias, se encuentran: que el niño no es consciente del miedo y de ahí que no tenga límite, y que yo sin embargo, soy consciente del miedo y eso me hace tener vigente mis limitaciones, que el niño es arriesgado y juega con la ignorancia de no conocer que es el dolor al caer, y yo por el contrario, sé que es el dolor y por tanto que es caer, haciendo que la conciencia de ello esté  presente en mi juego.

Todo esto, hace que la consolidación de una situación sea más compleja en mi reeducación que en el aprendizaje espontaneo de un niño.

Pero... ¿por qué la consolidación de este aprendizaje es tan compleja?... ¿Cuántas son las cosas que dejamos de hacer por miedo y por ello vivimos en la ausencia del aprender de la vida? ¿Dónde está el límite de superación y aprendizaje de uno mismo?, ¿está en la tinieblas de lo que creemos que podemos hacer o no hacer?,  ¿en el conocimiento del miedo y el dolor?, ¿está en la ignorancia del no saber? o ¿en la sobre protección hacia ti?

Tras esta tormenta de peguntas, he podido tener en cuenta, durante los casi 7 meses que llevo viviendo esta aventura, y a través de la observación de mi misma, que en ocasiones he sido víctima de mi propio desconocimiento hacia la verdadera estatura que tienen las cosas, haciéndome una ignorante de mi propia independencia. Que he llegado a ser dependiente de una persona en una situación que podía perfectamente controlar y manejar por mí misma, por el hecho de creer que no podía hacer una acción (por ejemplo colocarme los pies, sentarme al borde de una cama, recogerme el pelo, llegar al alcance de un objeto...) antes de probar hacerla o por la simpleza de la comodidad. Que en algunas ocasiones, me he dejado llevar por la protección de la burbuja del amor familiar, en el que te dejas mimar y no luchas frente a la marea de tu espacio hacia la independencia, ganando la rapidez al dejar que te realicen una tarea concreta, dejando así escapar la satisfacción de realizar las cosas por una misma y de la manera que solo una persona desear hacer. Que no he tenido presente, que el ser humano ha de ser víctima  de creer que debe ser perfecto,  para cometer así errores y a través de ellos aprender. Que no me he dejado ganar ante la imposición de la protección, haciéndome a mí misma un ser vulnerable ante la mejoría de mi propia evolución.  
 
Pero hoy, siendo mis músculos los propios protagonistas de mi visualización a través de un espejo mediante mi rehabilitación, dejo fuera el miedo al dolor, la sobreprotección y la sumisión, y  me sitúo frente a frente a mi limitación, para que en ese preciso instante, mientras veo el movimiento, pueda consolidar más información de la movilidad de todo mi cuerpo, para así, dar la importancia no sólo a lo que he hecho, sino, a lo que conlleva esa acción. Porque gracias a esa integración y exposición diaria,  puedo ejecutar más movimientos con mis brazos, mi tronco, mis piernas... que me lleva a mejorar la forma de desvestirme y vestirme con más soltura que antes, reorganizar mejor mis alcances hacia un objeto, poner y quitar el posabrazo de mi silla, asearme sin necesitar tanto apoyo de los demás, de ser más consciente de la colocación de mi cuerpo y colocar en una mejor posición mi pie o cadera..., es decir, soy capaz de ir contando los pequeños pasos que dejan huella en este camino andado hasta ahora, para obtener una mejor autonomía.  Soy capaz de observar mi evolución a nivel físico y mental que me lleva a avanzar.

Pero a pesar de toda mi evolución hasta ahora, y de la enorme satisfacción que siento por mis progresos alcanzados,  hay que ser realistas y tener presente que es muy rápido pensar en mejorar, pero no lo es tanto en hacerlo notar. Que es muy fácil soñar con ser más independiente en tu día a día, pero que cuesta y dura más conseguir alcanzar ese sueño, y así se puedes ver con objetividad, la esencia de mi propia realidad. 


Por tanto, he de seguir este camino al que aún le quedan muchos piedras que superar, teniendo en cuenta que... "la fuerza de luchar por aquello que quieres alcanzar, no proviene de la capacidad física que tengas, sino, de la voluntad indomable que maneje tu alma para aquello que quieres lograr".



Besos desde Galicia