Desnuda ante ti mi fiel compañera, una vez más, en la penumbra de la noche, cuando las paredes hablan y muestro cuerpo se aposenta en una humilde y confortable cama, tú con tu presencia haces que mi mente ilumine el verdadero ser de mi alma.
A ti, mi fiel confidente, te escribo como cada aniversario para decirte… Que, en tu pura esencia, llena de muchas dependencias, eres para mí el ser más celestial, porque aunque hayan pasado veinte años juntas, aún me enseñas que se puede cambiar el rumbo, a pesar de que se esté navegando en un humilde barco de papel a la deriva de un inmenso mar.
Como no decirte, a ti, mi ilustre maestra, que te debo el aprendizaje más duro y limpio que la vida nos da. Pues es un placer descubrir junto a ti, que no hay excusas ni impedimento a volar si tu alma se siente libre en cualquier lugar.
A ti, mi guerrera, te doy las gracias por existir, pues sé que, sin ti, mis miedos no serán pequeños, mis fortalezas no serían grandes y mis metas realizadas entre los susurros de tu esperanza, no harían realidad mis sueños.
Así que, aunque no entienda cómo fue, o cómo llegué hasta esta situación de unión entre las dos. Sé que camine a tu lado besando tus defectos y queriendo verte tal y como eres sin censuras. Es extraña la manera de sentirte, pero a la vez es bella, pues juntas desatamos a nuestra alma para que despliegue sus alas.
Por ello, solo quiero envolverme contigo en cada destino de nuestra larga vida, para así seguir desvelando todas esas dudas que nos quedan. Porque, no sé si fue el destino, o fuistes tú, quien me hizo querer seguir abrazándote mientras la lluvia caiga en nuestro tejado o nos veamos despojando las flores de la primavera. Porque sin ti solo sé que no se nada. Porque contigo sé que soy valiente, capaz de afrontar las mareas más bravas.
Sheila J. J.